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Aceite de oliva: sus polifenoles son clave para la ralentización de enfermedades

El aceite de oliva es uno de los pilares de la dieta mediterránea y tiene numerosos beneficios en la salud, especialmente en el control del colesterol y como antioxidante. Se ha teorizado sobre sus propiedades antitumorales, pero, como explica el investigador Javier Menéndez, director del grupo de Metabolismo y Cáncer del Instituto Catalán de Oncología (ICO), “todavía no hemos sido capaces de demostrarlo”

Su trabajo en este campo, que comenzó en 2006, se basa en la utilización en el laboratorio de las técnicas moleculares, bioquímicas y genéticas que habitualmente utiliza la industria farmacéutica para demostrar que un fármaco es antitumoral. Como recuerda, el origen de la investigación, que se engloba dentro del Programa contra la Resistencia Terapéutica del Cáncer del ICO, “fue preguntarnos cómo es posible que, en un país como el nuestro, tengamos un alimento funcional —el aceite de oliva— y que está asociado con numerosos efectos beneficiosos. Y, sin embargo, no sabemos por qué. Mientras que otros países, como Francia, han explicado por qué tienen menos riesgo cardiovascular a pesar de que consumen mucho vino. Y otros, como la India, lo han hecho también con sus alimentos estrella”.

La respuesta está en los polifenoles. En el caso del vino, en uno que se llama resveratrol. Los polifenoles son las sustancias generadas por las plantas, durante millones de años, como sistema de defensa. Además de en la uva y en el aceite de oliva, están presentes en otros alimentos como el brócoli o en bayas como las frambuesas o los arándanos.

“Como las plantas no se pueden mover, la única manera que tienen de defenderse es generar estas sustancias, que tienen efectos biológicos. Les permite defenderse de hongos, de bacterias, de animales… y nosotros vemos que, cuando las ingerimos, son capaces de hacer funciones biológicas únicas en nuestro cuerpo”, explica.

Nosotros utilizamos en el laboratorio estas técnicas moleculares, bioquímicas y genéticas en los polifenoles, que son los compuestos que pensamos que son responsables de la actividad antitumoral del aceite. Pensamos que son muy interesantes a nivel clínico por la manera en la que interactúan con las células tumorales. Y, probablemente, esto nos dará pistas o podemos copiarlas para crear un fármaco”, detalla el doctor Menéndez.

Consumo asociado a menor riesgo

El científico recalca que afirmar que el consumo habitual de aceite de oliva (unos 50 gramos al día) es antitumoral “es una falacia. Lo que sí es cierto es que su consumo, dentro de una dieta adecuada, sí se ha asociado a un menor riesgo de cáncer, que es algo totalmente diferente”

En su opinión, en el campo de la nutrición y el cáncer “hay que ser extremadamente cuidadosos y titulares como que la dieta cura el cáncer me parecen fuera de la ciencia: no tenemos datos científicos serios que nos permitan decir eso. Pero no hay duda de que existe una asociación y a los científicos nos toca demostrar cuáles son los mecanismos de acción por los que estas moléculas, que sabemos que existen, funcionan o no funcionan”.

Cambios de concepto en las enfermedades

Estos mecanismos de acción de los polifenoles se caracterizan por su gran complejidad. “Estamos descubriendo el denominado destino celular: una célula tumoral no deja de ser una célula normal que ha perdido su capacidad de seguir haciendo su función normal. Y estamos viendo que los polifenoles, al menos en condiciones de laboratorio, son capaces de ‘decirle’ a la célula tumoral que vuelva a recuperar esa capacidad. Es lo que se llama regulación epigenética, un campo que empieza a abrirse y que no se había explorado”.

Por tanto, desde su punto de vista, “no estamos hablando solo de cáncer. Tenemos que empezar a cambiar el concepto de enfermedades aisladas y empezar a hablar de enfermedades del envejecimiento. Porque es el envejecimiento el mayor factor de riesgo de las enfermedades crónicas, de todas. Y muchas moléculas naturales actúan, posiblemente, sobre multitud de dianas y ralentizan la aparición –o la posibilidad de aparición– de las enfermedades del envejecimiento. No sólo cáncer, sino muchas otras”.

Uno de los trabajos más relevantes de Menéndez se centró en un tipo de cáncer de mama denominado HER2. Se compararon varios subtipos de células tumorales y se demostró que las HER 2 eran más sensibles a los polifenoles y disminuían su capacidad oncogénica. La dificultad es trasladar esta investigación de laboratorios a humanos.

“Tenemos que ser capaces de utilizar técnicas complejas —computacionales y bioquímicas— que nos permitan asegurar que una molécula tiene capacidad antitumoral. Nos queda un largo camino y la clave es ser capaces de entender cómo funcionan estas moléculas y cómo se metabolizan, qué cantidades podemos obtener en sangre y qué cantidad puede llegar a un tejido diana, en este caso cáncer”, sentencia.

Las técnicas computacionales permiten establecer, sin sesgo alguno, a qué moléculas, dianas o proteínas pueden unirse e interaccionar los polifenoles del aceite de oliva. Una vez que se establecen de manera totalmente ciega, se estudian con ensayos bioquímicos in vitro y en animales qué partes de la molécula son activas o no. Y a partir de ahí, surge el tercer paso, que es el más complejo: cómo pueden copiarse moléculas para hacer nuevas moléculas, pero que sean más estables y más biodisponibles para que, en un momento dado, puedan desarrollarse como potenciales candidatos para ser utilizados en oncología.

“Lo bueno del aceite de oliva es que alguno de sus fenoles son únicos, no pueden encontrarse en ningún otro alimento funcional. Es la gran diferencia y eso nos llama mucho la atención. Y tenemos que descubrir cómo funcionan”, concluye.

Fuente: Alimente

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