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Nanotecnología al servicio de la calidad de la cerveza

Aunque no las veamos, están ahí. Presentes, pero invisibles a nuestros ojos, trabajando como una colonia de hormigas en constante ebullición. Las nanomáquinas van, poco a poco, tomando cariz de realidad. Sus aplicaciones son prácticamente infinitas: desde la medicina hasta la cosmética, pasando por la explotación agrícola, el control atmosférico o alimentario, como en el caso que nos ocupa.

Las aminas biogénicas son un tipo de compuestos que afectan notablemente a las materias primas que consumimos: están presentes en la putrefacción de pescados y carnes, son responsables del olor característico de los quesos, actúan en los procesos de fermentación de vinos y cervezas… Los científicos llevan décadas estudiando este grupo de compuestos químicos. Durante sus investigaciones han descubierto que el tipo y la cantidad de amina que esté presente en el producto tendrán una influencia decisiva en su calidad final.

Pero, ¿cómo cuantificar esos valores? Hasta ahora, la práctica habitual en la industria alimentaria era la clásica: se tomaban muestras periódicas para su posterior análisis en un laboratorio. Pero ese método, además de lento, resulta ser muy caro. Pero un nuevo proyecto desarrollado por investigadores de la Universidad de Granada (UGR, España) ha despejado de un plumazo la equis de la ecuación.

Mediante el desarrollo de un nuevo sensor nanotecnológico que emplea un tejido de nanofibras fabricado con electrospinning (técnica que permite producir fibras poliméricas de diámetros micro y nanométricos), los científicos de la UGR y de la empresa NanoMyP han hallado la forma de medir la cantidad de aminas presentes en el proceso de fermentación de la cerveza.

Basta con sumergir una pequeña tira de nanofibras en el barril de lúpulo y malta para medir las aminas con gran precisión. “La triptamina, la tiramina, la histamina y a cadaverina aparecen durante el proceso de fermentación de la cerveza. Gracias a este estudio hemos conseguido establecer un método rápido, sencillo y barato que permite determinar la cantidad de estas aminas y con ello la calidad de la cerveza producida”, explica el investigador del departamento de Química Analítica de la UGR, Jorge Fernández Sánchez.

Las aplicaciones potenciales de este descubrimiento son muy amplias, puesto que en principio cualquier otro alimento sería susceptible de ser sometido a pruebas similares para verificar su calidad. De hecho, como indica el profesor Sánchez, desde la empresa colaboradora NanoMyP ya trabajan para solicitar la patente de la tecnología base.

Sin duda, el futuro de la humanidad irá de la mano de la nanotecnología, y aunque falta mucho para que veamos nanomáquinas construyendo edificios de la nada, curándonos desde dentro o controlando el clima, sus aplicaciones potenciales siguen. Y cada año, más de esas nuevas hormigas irán engrosando las filas de esta gran colonia llamada tierra.

Fuente: El Imparcial (España)

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